
Desde hace días que quería escribirte. El jueves hubiera sido un buen día, pero andabas ocupado y no quise interrumpirte. De cualquier forma no hubieras hecho caso a esto. Si ya te conozco, cada vez que te quiero decir algo te haces el desentendido.
Te observo todo el año pero es hasta estos días que me puedo dirigir a ti. El privilegio (cruz) de reprenderte a diario le toca a tu consciencia. Pobre incauta, ¿cómo demonios fue a aceptar ese trabajo?
Te conozco y te conozco muy bien. Y eso es quizás a lo que más le temes de nuestra relación. No hay lugar para esconderse. No hay tapetes debajo de los cuales puedas ocultar secretos. Tal vez por eso me ignoras. Pero siempre has sabido que ando por ahí. Sabes que no soy un pervertido que acosa a la gente. El miedo que eso produce sería muy burdo y elemental. Más bien soy ese alguien que lleva la vida que tú no quieres o no te atreves a llevar. Eso te aterra cuando no te hace corroer de la envidia. Tú bien sabes cuales son tus límites, miedos y aspiraciones más secretas, no voy ventilar nuestras intimidades aquí.
Sin embargo comparto una preocupación contigo: ¿Quién es el maligno y quién el bueno? De entrada, ¿hay un maligno o es la mentira que nos contamos todos los días y que nos gusta creer? ¿de verdad somos lo que somos o todo se nos va en poses y pretensiones?
Haces como que no te importa, pero aún así siempre volteas a ver si alguien te sigue, como ayer en el metro. No es temor a la delincuencia. No, revisas haber si no te sigo para imitar algo de lo que haces. ¡Por favor, qué soberbia! Despreocúpate, no me interesan tus intentos fútiles por hacer algo que te distinga.
A estas alturas te debes estar preguntando por qué me dirijo a ti y quién soy. El porqué es obvio: cada año hay que hacer un examen de consciencia, y nuestro onomástico parece ser la fecha indicada. Debería ser reflexivo y autocrítico pero yo te cuestiono únicamente por molestar. En eso sí que nos parecemos. Tenemos 22 años y la mayor queja que tengo es que has logrado hacernos parecer de 28.
¿Todavía no sabes quién soy? No creo, si alguna cualidad tenemos es que somos perspicaces, pocas veces se nos va algo. Como sea te explico. Soy ese que a veces te parece ver reflejado en alguna ventana. Ese rostro que nunca termina por aclararse, ni por acercarse, siempre empeñado en conservar una distancia prudente ¿Quién sabe que podría pasar si nos topásemos de frente?
Vale más no arriesgar.
Atte. Walter Higo.
P.D: espera noticias mías el año que entra.
Te observo todo el año pero es hasta estos días que me puedo dirigir a ti. El privilegio (cruz) de reprenderte a diario le toca a tu consciencia. Pobre incauta, ¿cómo demonios fue a aceptar ese trabajo?
Te conozco y te conozco muy bien. Y eso es quizás a lo que más le temes de nuestra relación. No hay lugar para esconderse. No hay tapetes debajo de los cuales puedas ocultar secretos. Tal vez por eso me ignoras. Pero siempre has sabido que ando por ahí. Sabes que no soy un pervertido que acosa a la gente. El miedo que eso produce sería muy burdo y elemental. Más bien soy ese alguien que lleva la vida que tú no quieres o no te atreves a llevar. Eso te aterra cuando no te hace corroer de la envidia. Tú bien sabes cuales son tus límites, miedos y aspiraciones más secretas, no voy ventilar nuestras intimidades aquí.
Sin embargo comparto una preocupación contigo: ¿Quién es el maligno y quién el bueno? De entrada, ¿hay un maligno o es la mentira que nos contamos todos los días y que nos gusta creer? ¿de verdad somos lo que somos o todo se nos va en poses y pretensiones?
Haces como que no te importa, pero aún así siempre volteas a ver si alguien te sigue, como ayer en el metro. No es temor a la delincuencia. No, revisas haber si no te sigo para imitar algo de lo que haces. ¡Por favor, qué soberbia! Despreocúpate, no me interesan tus intentos fútiles por hacer algo que te distinga.
A estas alturas te debes estar preguntando por qué me dirijo a ti y quién soy. El porqué es obvio: cada año hay que hacer un examen de consciencia, y nuestro onomástico parece ser la fecha indicada. Debería ser reflexivo y autocrítico pero yo te cuestiono únicamente por molestar. En eso sí que nos parecemos. Tenemos 22 años y la mayor queja que tengo es que has logrado hacernos parecer de 28.
¿Todavía no sabes quién soy? No creo, si alguna cualidad tenemos es que somos perspicaces, pocas veces se nos va algo. Como sea te explico. Soy ese que a veces te parece ver reflejado en alguna ventana. Ese rostro que nunca termina por aclararse, ni por acercarse, siempre empeñado en conservar una distancia prudente ¿Quién sabe que podría pasar si nos topásemos de frente?
Vale más no arriesgar.
Atte. Walter Higo.
P.D: espera noticias mías el año que entra.