viernes, 9 de octubre de 2009

México-Egipto.

Lo inevitable sucedió. La inspiración se marchó junto con los compañeros que fueron al AMEI. Debido a esto hoy escribiré sobre cuestiones académicas. Más que académicas me gustaría compartir con ustedes parte del trabajo que verán durante la próxima semana de cultura árabe en el CELE. Así que si deciden brincarse esta entrada lo entenderé. Tómenlo como una recopilación de datos que podrían resultarles útiles alguna vez.

Las relaciones diplomáticas entre México y la República Árabe de Egipto datan de 1958. El año pasado, con motivo de los festejos por el 50 aniversario de dichas relaciones, vino a México la exposición de “Isis y la Serpiente Emplumada“, que seguro muchos de ustedes visitaron.

La primera representación oficial de México data de 1905, cuando fue establecido un Consulado Honorario en Alejandría con el objeto de atender las necesidades de embarcaciones mexicanas que transitaban por el Canal de Suez, abierto a la navegación en 1869. Sin embargo, no fue sino hasta el 31 de marzo de 1958 cuando México y Egipto establecieron relaciones diplomáticas.

El primer embajador mexicano acreditado fue Alejandro Carrillo Marcor quien el 1 de noviembre de 1959 presentó sus cartas credenciales ante la República Árabe Unida (Egipto y Siria) y posteriormente ante Egipto cuando en 1960 fue abierta la Embajada mexicana en El Cairo el 12 abril 1960. Su misión diplomática concluyó el 1 de mayo de 1962.

Si bien las sociedades comerciales entre estos dos países han sido más bien lejanas (¡para 2005 Egipto se encontraba en el 6º lugar de los socios comerciales de México en el continente africano!) Lo anterior se traduce como que Egipto es nuestro socio numero ciento cuarenta y tantos - según palabras del propio cónsul egipcio en la Ciudad de México-.

Sin embargo por las afinidades culturales y sobre todo por las coincidencias en los ámbitos regionales e internacionales Egipto puede resultar una opción interesante para entrar al mercado africano.

Finalmente, las agendas coinciden en temas como lucha contra el terrorismo, derechos humanos, lucha contra la pobreza, cooperación para el desarrollo, y la reforma de la Naciones Unidas, entre otros, aseveraciones, todas ellas, muy encerradas en el marco de la formalidad y la diplomacia lo cual pone en duda su real compromiso más allá del discurso.

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