sábado, 17 de octubre de 2009

Golondrina.

Asesinar para recuperar la sensibilidad. La música de Radiohead para recordarte que estas vivo (todo un cliché de nuestra generación). Así es la vida de Urbano, un hombre que después de perder un amor va muriendo poco a poco, hasta que comienza a matar por encargo, después de lo cual decide cambiar su nombre a Inocencio. Qué buen nombre para un asesino a sueldo. En definitiva un buen nombre nos define y determina. Excepto en mi caso y la riqueza.

De esto nos habla Amélie Nothomb, una de mis narradoras favoritas, en su libro
Diario de golondrina. Un libro descojonado y descojonante en el que, entre otras cosas y sin revelar más sobre la trama, se evidencia el conflicto ético que siginifica atravesar la barrera de lo íntimo al leer un diario -blog, según prefieran o sea su experiencia- que en el caso de nuestro asesino pertenece a una jóven, la causante de sus suspiros y temblores; de sus fantasías y desfogues; y de sus crímenes y confesiones; aquella que empezó a amar en el instante siguiente al que la liquidó.

Como una crítica a las diversiones enfermas, cínicas y destructivas de nuestros días, donde nostalgia y soledad son elementos comunes en todas las sociedades, la narración de Nothomb, que hoy humildemente les recomiendo, no es una amenaza con la intención de que no lean mi blog y transgredan mi intimidad (pues no comparto nada personal ni secreto). Lo digo de verdad. A menos que planeen matarme entonces sí les recuerdo el único tabú del asesino: cruzar la línea de lo íntimo.

Por si no les pareció suficiente como para leer el libro les dejo un fragmento:

El desconocido ideal es el hombre de la calle, aquel con el que nos cruzamos sin ni siquiera mirarlo. Si decides matarlo, se debe únicamente a que el momento es propicio; no hay terceros. La ocasión hace al ladrón. Cuando le pegas dos tiros en al cabeza, no sabes quién es el más sorprendido, si él o tú.

A eso le llamo fast-kill, en referencia al fast-food. Presumía de ello tan poco como los que frecuentan el McDonald's: los placeres inconfesables son los mejores.

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