sábado, 20 de marzo de 2010

Wetback.

Esta es la historia de cómo un pequeño niño mexicano cruza la frontera hacia los Estados Unidos. En realidad es menos intensa y dramática de lo que podrían esperar, pero es más real de lo que muchos podrán imaginar.

En una época antes del TLC los mexicanos buscaban ir hacia los Estados Unidos. No es que ahora ya no lo busquen pero ahora hacerle a la fayuca ya no es rentable. En este marco una madre y su hijo deben cruzar la frontera. Su padre no los puede acompañar y esto devasta al pequeño. Si al menos pudieran atravesar el desierto los tres juntos.

Asentados en la frontera, en un lugar que, para preservar la integridad de los involucrados, llamaremos simplemente: Nogales. Están pues ahí, en este lugar ficticio que imaginamos en algún lugar de la frontera de Sonora con Estados Unidos. Imaginémoslo como Tijuana pero más pequeña; como Ciudad Juárez pero menos violenta.

Para complicar más la historia, sepan que la madre si tiene papeles para cruzar legalmente al otro lado. De alguna manera creyó que podría llegar a la línea con su hijo –indocumentado- y pasar con él al sueño americano. La opción entonces es el engaño. Pero, ¿cómo?

-Claro, hay que despistar a la migra con un buen disfraz.- aconsejan a la desesperada madre.
-Pero ¿disfraz de qué?- pregunta la madre.
- Pues de cowboy, seguro que así ni lo notan. – es la lapidaria respuesta. Una vez más, inexplicablemente, creen que es una buena idea. -Pero habrá que sostener la mentira con algo más ¿no?-.
- Tiene que aprender a decir american citizen-. Esperan que sea la respuesta mágica cualquier pregunta.

Dos horas y media después de lecciones express de inglés pocho y de repetir como parrotAmerican citizen, american citizen, american citizen” está listo.

Ahora si, ya viene la hora buena. Ya se acerca el oficial de migración para seguir la rutina de pedir papeles a todos los pasajeros del vehículo. Pero, what the hell? Algo llama su atención en el asiento trasero del auto.

-Hello Little cowboy- le dice al pequeño niño sentado en el asiento de atrás, perfectamente ataviado como John Wayne, enfundado en unas botas grises de piel de víbora y, rematando todo el conjunto, un sombrero – texano evidentemente-.
-American citizen- responde con aplomo el chiquillo de tan sólo tres años.

En lo que parece una mala broma del destino, el gringo trae ganas de platicar.
-Where´s your horse?-pregunta el gabacho.
-American citizen- es la lacónica respuesta del niño. Sobra describir la cara de tensión entre el resto de los pasajeros del vehículo.
-Excuse me Sir, but I gotta tell ya that Texas is over there. You left it many miles behind.- añadió el gabacho, ya con cara de sospecha.
-¿Qué?- dijo el niño.
- Ha ha ha-. - Pásense ya- dijo el gringo.

* Y esta es la historia de mi primer viaje a los Estados Unidos de América.

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