Entre copias, libros, blogs, reseñas, ensayos y fútbol.

El domingo es para descansar. Es día del Señor. Sí como no, ¡pedazo de día!. Generalmente no me gusta quejarme, pero generalmente tampoco me gusta hablar de mí y en la entrada pasada vanidosamente escribí de mí. De modo que, como ya que empecé a romper tabúes personales, continuemos.

El domingo para mi empezó temprano, como a las 2 am. Lo correcto sería decir que el sábado terminó a esa hora. Como se imaginarán comenzó en estado un tanto inconveniente. No daré más detalles, pero confío en su imaginación y me resigno a que algunos de ustedes ya me conocen.

- Las 2 de la mañana no es tan tarde, qué delicado, no aguanta nada - pensarán algunos.

Efectivamente, es realmente temprano. El asunto es que regresar del Centro Histórico de la Ciudad, en taxi (con las preocupaciones inherentes a dicha irresponsable decisión, ¡Ay pero si todavia me parece escuchar: "Bueno una canción más y ya nos vamos"), pagando el exorbitante precio, soportando al taxista platicador pero del que se desconocen sus intenciones, no lo deja a uno con la estabilidad emocional (ni las ganas) para seguir, ya no digamos la fiesta, sino tan sólo despierto.

Con el bolsillo lastimado, la consciencia nublada y el cansancio acumulado durante toda la semana, por fin pude descansar. Tan sólo para despertar a mi realidad de deberes, tareas y ocupaciones pendientes (pero de otras materias, no de taller, esa la hago con gusto), con las cuales no los agobiaré, pues seguro todos andan igual.

Pero no todo fue pesar. Como todo buen túnel, éste también tuvo su luz al final. El regreso del buen fútbol a nuestras vidas. Bueno a la mía y la de millones de americanistas, otrora desencantados. Disculpen, lo tenía que mencionar, pero ustedes entenderán que un 7-2 al Toluca no pasa todos los días.

Así que me despido entre copias, libros, blogs, reseñas, ensayos y fútbol. Debo pagar mis irresponsabilidad, expiándome con trabajo y desvelos por los próximos días. Más vale comenzar desde ya.

Presentación.

Por ahí dicen que lo cortés no quita lo valiente. En virtud de lo anterior, por ser la primera entrada en este blog y a falta de un tema más profundo y sesudo, es la cortesía la que me lleva a presentarme.

La Ciudad de México me vió nacer un 24 de septiembre de 1987. Más específicamente, fue la Clínica 8 del Seguro Social la que me recibió. Los más orientados notarán que prácticamente toda mi vida he evitado las grandes distancias: nací a unas cuadras de la que hoy es mi casa. También fue coincidencia que ésta se ubicara frente a la Ciudad Universitaria. Me declaro inocente, no fue mi decisión. Pero, previendo lo que van a pensar, les recuerdo que todo lo que digan será al revés.

Decidieron llamarme Ricardo. Mi papá estaba convencido que este nombre atraería la riqueza. Sólo por si se lo preguntan, hasta ahora no ha dado resultados. Pero igual agradezco las buenas intenciones de mi padre.

Leen tan sólo un pequeño esbozo, una leve introducción. Con todo lo que falta por contar, por hoy, es mejor parar.